T: ...Y ese día lo esperé casi una hora. Menos mal que el tiempo se pasó rápido.
R sonríe y su mirada se pierde. Pareciese como si mirara de frente, fijamente hacia un recuerdo.
R: Yo sí me he acostumbrado a llegar temprano, dice automáticamente. Y comienza, como de memoria:
--Una vez nomás llegué muy tarde y desde allí nunca he sido impuntual.
T: ¿O sea se acuerda del momento y todo?
R: Sí, claro, sí me acuerdo del momento. Piensa un rato: La vaina es ser ordenado.
Él nunca necesita invitación para contar. Sigue:
R: Una vez, creo que tenía catorce o quince años, quería ir a ver una película de terror en el cine Romeo. Era invierno y yo tenía una chompa ploma que me gustaba bastante. Pero no la encontraba, busqué por toda mi casa. Luego de media hora me di cuenta que siempre había estado en un perchero detrás de mi puerta. Con el apuro ni me fijé allí.
T: ¿Entonces logró ir?
R: No, ya qué iba a ir si estaba muy tarde. Desde ese día dije, nunca más sería desordenado y siempre así he llegado temprano.
T: Desde ese día.
R: Sí desde ese día.
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