Melancolía I [o reunión de saturnianos]


Por nuestra fecha de nacimiento, los tres reunidos aquí somos hijos de Saturno: Albrecht, Lars y yo. Los tres padecemos (o hemos padecido) la misma enfermedad, melancolía; incurable y maldita. Pero Lars se resiste a entender bien cómo funciona esto. Recientemente, Lars ha imaginado la desesperación y desesperanza en los contornos de una mujer. Otras veces ya lo ha hecho, cree que las mujeres son seres desencajados. A todos les ha contado que el fin del mundo será un planeta, Melancolía, que terminará encallando en la Tierra y destruyéndola. Tres personas enfrentarían de forma distinta el fin inminente: un hombre se mataría cobardemente; una madre trataría de huir y asustada esperaría, y otra recién casada se la pasaría en un estado de letargo y amargura. Lars también ha contado que esa historia es la de su propia experiencia en el mundo. Siempre siente, en las mañanas y en las noches, que es la llegada del acabose y supongo que esperaría el fin del mundo como una recién casada. Habría que pensar que Lars no la pasa bien. Es natural, Lars, naciste así y nadie lo va a cambiar. 

Me sorprendió mucho que cuando Lars nos habló de sus problemas depresivos y los contó bajo la forma de una historia, alegorizara todos sus miedos como una mujer recién casada y un planeta destructor. Lars es ambicioso porque no piensa el fin solamente de una vida, sino de todas las vidas. Por eso el mundo se sorprende porque tan acostumbrados estamos a que se piensen muertes individuales y no muertes definitivas y multiplicadas. Eso hay que celebrarle a Lars. Pero ese día de la reunión en que Lars exponía sus ideas y sus historias, y tan acostumbrado como estoy a las historias escatológicas, como buen saturniano que soy, le increpé a Lars por qué en su historia no se le ocurrió mencionar a un holograma que nuestro querido Albrecht hubo imaginado hace algunos años, el de la Melancolía.

--Lars, es imposible que no conozcas la Melancolía de Albrecht y llamas a tu planeta-fin-del-mundo Melancolía, no te hagas.

Albrecht estaba sentado en el otro lado de la mesa; no le interesan los asuntos contemporáneos.

--Había olvidado ese dibujo o nunca lo entendí. Melancólico se me ocurren mejor las cosas, dice Lars, pero no son necesariamente las mejores.

--Mira, Lars, Albrecht habitó en 1500, en serio el fin del mundo tenía que ocurrir, no había otro momento sino ese; era inminente. Pero Alfred…y miré a Alfred, que estaba concentrado, con la mirada profunda en el florero de cristal que le devolvía su reflejo, bueno Albrecht estaba tan obsesionado con su propio espíritu.

--Y yo también lo estoy.

--Creo que más estás obsesionado con los defectos del mundo.

--Bueno, todos me han dicho que mi historia fue la mejor.

--Crece Lars, crece.

Albrecht ha imaginado su melancolía como un ángel que sabe demasiado, hastiado, amargo, triste, todo eso a la vez, pero un ángel que conoce, que sabe de verdad, que parece estar inmiscuyéndose dolorosamente en sí, que es la posición siempre toma Albrecht frente al cristal, no habría otro modelo para su mejor ocurrencia que él mismo, el sensible Albrecht. El hastío tiene que ver con la melancolía por supuesto; el ángel de Albrecht padece de esa malograda melencholia imaginativa, infortunio de las especies agobiadas por la imaginación, pero la imaginación no te agobia ni llega de asomo si no se sabe bien el mundo. Insisto en esto porque Lars parece no entender bien este asunto. Sus melancólicos parecen mala imitación de caballos asustados. Erizados, tumultuosos, histéricos en su peor versión. Confunde la melancolía con el fin del mundo, pero quizá, como ya lo vio Albrecht, no es el fin sino el comienzo, el comienzo Lars, de lo que nos dé este infortunio. No debemos para nada contaminar al resto con el mal de Saturno, hay que más bien esconder la melancolía, como lo hizo Albrecht para hacerla parir. Entonces ese día, Lars, las criaturas que animes serán de carne y hueso y no serán solo un oscuro pedazo de ti; vivirán de tu costilla derecha, sí, pero serán ellos sin que tú los contamines; entonces ese día hasta Albrecht renacentista que también ha visto el futuro, dirá: Está bien Lars, a mí también me interesa,  levantaré mi mirada del cristal y miraré tu historia, esa es mi coordenada, no es añejo tu asunto Lars, también estás trazando mis asuntos, Lars. 

martes, 10 de enero de 2012

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