Oh hijo no te vayas, no fue lo que le dijo Odiseo a Telémaco. Fue al revés: Telémaco le dijo a su padre, oh padre regresa. Y se embarcó, literalmente, fuera de casa para traerlo de vuelta, a él, quien gozaba del regazo de Caliope.
Tú jamás entenderías.
Pueda que tenga una lectura equivocada del trayecto de los sentimientos. Pero piensa: luego de más de veinte años viviendo con la voluptuosidad que se evapora, la marea bajó. Tuvo que partir por el cansancio, deseaba abrevar nuevamente de Penélope, para eso regresó a Ítaca.
Pero Caliope nunca envejecería, como sí Penélope, quien ya tendría la piel desgarbada por la espera y la mirada agotada; tantos pretendientes y no poder estrecharlos en el lecho.Qué dices a eso.
Digo que pasada cierta edad, es natural que buscara a su esposa, esperaba amar distinto de nuevo. Regresando a Telémaco, quien es el que me importa hoy; mira, conoció de la peor manera la vejez de su padre. Cómo se sorprendería de verlo entrar, encanecido después de veinte años. Primero Odiseo aparece como mendigo y su hijo no lo reconoce. Pienso que allí cuando Odiseo así apareció, con la piel acabada y la mirada oscurecida por la sal del mar, los brazos cansados de asir repetidamente un cuerpo que hasta había hastiado la lujuria, Telémaco pudo creer que su padre fue el mejor hombre jamás existente.
He visto envejecer a mi padre y a mi madre. Pero no he atendido al proceso como Telémaco.
Explícate mejor.
El tiempo pasa y uno se fija las propias arrugas pero no las ajenas. Hoy mi padre me dice, tengo más de sesenta años y voy a vivir veinte años más seguro. Sin melancolía, sin resentimiento, con la naturalidad de los hombres prácticos como él, que aseguran cuántos años vivirán porque deben dejar todo listo. La ausencia de cabello hoy, que descubrió una mirada mía discreta, reveló lo peor.
Yo hubiese traído a mi padre de Ítaca con el ímpetu de Telémaco si no hubiese visto a mi padre veinte años, solo así.
Tú nunca entenderías.
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