A Jasón alguna vez se le encargó la piel de un carnero que cuando vivo, sus pisadas salpicaban oro. Luego de muerto, el carnero ascendió al cielo y devino constelación. Similar especie resultó la vicuña (vicugna vicugna) y también particular destino le esperó a un ejemplar que pastaba por pampas ayacuchanas.
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El hombre ensaya catástrofes e imita a los vientos y las placas que estragan las superficies de la tierra, que se llevan árboles, vidas humanas y animales, ríos y cerros. Las hecatombes anteriores, de la edad de oro, representaron el desquicio del hombre ante las verdaderas catástrofes que llegan sin pedir permiso y advierten que lo verdaderamente terrible ocurre siempre en el futuro. Sacrificios parecidos fueron las carnicerías y escenas de cazas de los príncipes, o también juegos de la heroicidad, la muerte de miles de soldados, que en la edad moderna se redujeron a solo un olor a chamuscado, o a la palabra holocausto, que así como heca-tombe es cien toros, en griego, significó todo-quemado, de allí que las catástrofes del hombre moderno no se piensen en centenas sino en totalidades.
Como los elefantes, los tigres, los rinocerontes y los zorros, las vicuñas son víctimas de catástrofes amasadas por la codicia humana. Los colmillos del elefante y el cuerno del rinoceronte, ambas debilidades de la naturaleza exuberante, se reparten en la ignorancia y los cuellos de algunos sujetos. La piel del tigre y los zorros viste la vanidad de carroñas humanas, usualmente mujeres de enorme talante y poco seso. La piel de la vicuña aparece en escaparates del primer mundo.
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Camélido americano, le dicen los europeos. Primo del ejemplar que llevó a Mahoma por el desierto. De los camellos, la vicuña ha conservado los enormes ojos como diamantes negros, también largas pestañas para proteger de arenas inexistentes a 3 500 metros sobre el mar, en el ande peruano. ¿En qué momento se habrá separado América de África?
Luego está el otro primo, la alpaca. Una vicuña considera a la alpaca (vicugna pacos) la mejor cara del vencido. Los primeros peruanos, amantes de la textura fina y de los colores de la naturaleza, redujeron unas cuantas vicuñas y crearon la alpaca. La vicuña es, sobre todo, un animal salvaje.
La vicuña aparte de los ojos adiamantados, posee un cuello largo que juega con la dinámica de su realidad: el ichu del suelo exige un cuello corto. Su rostro se ve dominado por los ojos, la nariz y el hocico son alargados y tienden hacia lo diminuto; las orejas, verticales y cortas, siempre están alertas. Su cuerpo es esbelto; resume formas voluptuosas y elegantes a la vez, formas que uno espera en una mujer, pero también puede ser muy compacto y hermoso, en especial cuando se trata de hembras en estado de preñez. El color de la vicuña es legendario, del color de la piel tostada por el sol. Su pelambre siempre culmina como espuma al comienzo de sus extremidades; un penacho adorna su pecho.
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Vi una vicuña encabritarse frente a un fusil. Como el espacio de la tierra se agota y los fusiles cierran, en una persecución nocturna la vicuña pudo tomar vuelo. Espera el Yana Mayu allá arriba y la vicuña puede ser constelación. Los antiguos señalan, la llama y su hijo, un pastor, un amaru, un condor, un hampat'u, un atoq, una vicuña, allá arriba, cuando no hay luz, en la noche, la vía láctea.