T: Usted siempre para solo.
R: Me he acostumbrado de chiquito a estar solo. Lo que pasa...
Se acomoda.
R: Lo que pasa es que a mí me gustaba fumar.
Encoge sus dedos anular y meñique, estira su índice y el dedo medio y se los lleva a la boca sonriente: Me gustaba el pucho.--Tendría doce años así. Nos íbamos a fumar a la parte de atrás. Comprábamos en la comisaría unos cigarros de diez céntimos, más la caja de fósforo de diez céntimos y nos poníamos a fumar.
T: Pero nunca lo he visto fumar.
R: No pues. De allí no sé, un día no sé por qué razón en la comisaría empezaron a vender carne y mi mamá iba a comprar. Me vio fumando y ese día me dio una tanda.
T: Me imagino.
R: Me castigaron. Yo tenía doce años, el resto del año me dejaron sin salir y paraba en mi casa.
T: ¿Y su hermano mayor?
R: Mi hermano me llevaba siete años, era muy mayor para juntarse conmigo.
T: Siete años es bastante.
R: Desde allí paro siempre solo.
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