R sabe desde cuándo está solo


T: Usted siempre para solo.

R: Me he acostumbrado de chiquito a estar solo. Lo que pasa...

Se acomoda.

R: Lo que pasa es que a mí me gustaba fumar. 

Encoge sus dedos anular y meñique, estira su índice y el dedo medio y se los lleva a la boca sonriente: Me gustaba el pucho.--Tendría doce años así. Nos íbamos a fumar a la parte de atrás. Comprábamos en la comisaría unos cigarros de diez céntimos, más la caja de fósforo de diez céntimos y nos poníamos a fumar.

T: Pero nunca lo he visto fumar.

R: No pues. De allí no sé, un día no sé por qué razón en la comisaría empezaron a vender carne y mi mamá iba a comprar. Me vio fumando y ese día me dio una tanda.

T: Me imagino.

R: Me castigaron. Yo tenía doce años, el resto del año me dejaron sin salir y paraba en mi casa.

T: ¿Y su hermano mayor?

R: Mi hermano me llevaba siete años, era muy mayor para juntarse conmigo. 

T: Siete años es bastante.

R: Desde allí paro siempre solo.

jueves, 29 de diciembre de 2011 Leave a comment

Carta a Shelley. La idea.


Amado Shelley:

Leí tu carta comiendo tortees picante con agua helada. Ha comenzado a garuar un poco y los cadáveres de las polillas caen de los focos, las alas se quedan pegadas en la luz o en las páginas amarillentas de los periódicos. Eso es lo que pasa hoy y acá.

Yo también quiero sentir el tam tam en mis riñones pero aún no lo logro. Cada día estoy más pérfido. He tomado tanto ron en las últimas semanas que no siento las neuronas en su lugar, me duele el lado inferior derecho de mi cuerpo y quiero tirar con todo el mundo. Y aún así soy una buena persona porque todo eso no me enorgullece, no soy tan imbécil.

Ayer vino Alicia y quiso que me pusiera romántico. No pude y se molestó. Le dije que la marihuana era para gente sin imaginación y se molestó más. Le dije que no me conocía en absoluto y lloró con berrinche. Estoy verdaderamente concentrado en una nueva idea y Alicia ya es solo una nube que se mete como gusano en la manzana podrida; mis intenciones y sentimientos. ¡Es que no me dejaba ver bien! Es una imitación gaseosa, obtusa de mí, ¿cómo no la vi así hace años? Estoy pensando en múltiples ideas para encontrarle un nuevo camino sin lloriqueos ni reclamos. 

Ah, mi idea. No te la debería decir porque no tiene forma todavía, como tu cuerpo que anhela un molde, mis ideas flotan y me animan, en todo caso, te lo diría al oído para que nadie escuche, solo un verdadero negro como tú Shelley merece escuchar semejante idea que de concretarse izaría al hombre hasta las profundidades del infierno, sin morir.

Ayer soñé contigo Shelley, estábamos en medio de un camino, o de una vida, que es lo mismo, nos mirábamos pero no podíamos hablar y tú eras un pollo negro que miraba hacia unas ramas. Te llamaba pero no podías escucharme ni entenderme ni yo podía proferir palabras. Yo también era un pollo oscuro. Estábamos absorbidos por nuestra situación individual de aves ignorantes en medio de un forraje copioso. Y sentí la mirada de alguien sobre nosotros, allí desperté. 

Era un sueño que solo repetía nuestra situación, de lo que pasa acá y hoy. Y que así sea, Shelley.

Te estima,

Byron 

miércoles, 28 de diciembre de 2011 Leave a comment

Carta a Byron. Los falsos negros.


Hola Byron:

Nueva York no es cómo tu me has contado. Todo ha caído. Llegué el martes en la noche y me hospedé en un hotel barato de Greenwich village, la entrada olía a hierba, mi cuarto olía a hierba y encima el televisor solo soportaba canales porno. No tenía ganas de dormir así que me puse a ver el mapa de la ciudad por si podría salir a hacer algo al día siguiente. Solo he empacado un par de polos, jeans y lo necesario para soportar NYC las siguientes dos semanas que me han dicho son las más frías. Me quedé dormido y pensaba en qué haría después. Hice una lista con todo lo que me habían recomendado, conversar con algunos contactos de los polleros por si me pueden dar un carnet robado, necesito trabajar. Ayer traté de hablar con un tal Orlando, no sabe hablar ni inglés ni español, es hondureño pero su español es una mierda, ya ni sé si se trata de un hispano o un indonesio que se hace pasar por hispano. Me ha prometido conseguirme algo donde unas tiendas de chino. Traigo conmigo solamente doscientos dólares y si no consigo trabajo, se irá en tres días de hotel barato, mi comida y un ticket de tren, ida y vuelta, a Hartford. 

Traté de aprovechar lo más que pudiera de esta estadía. Fui a Virgin a husmear solamente y no existe, ha desaparecido. Tú me dijiste que tenía tres pisos, hasta ascensor, ahora no hay nada, absolutamente nada, está vacío ni siquiera lo han alquilado al pobre local de Virgin, tú que te habías comprado tantos discos; la generosidad de tu padre y tu insanía por la música que nadie más escucha. Toda la gente acá se queja de la crisis, que no hay trabajo, no hay nada, pero se lo merecen los gringos por imbéciles. Las protestas me hacen pensar que le gente solo se preocupa si sus bolsillos se han visto jodidos...los gringos.
De allí me la paso merodeando por algunos lugares donde hay poca gente y a veces trato de hacer dibujos rápidos, espontáneos del movimiento, de algunas mujeres, sobre todo. Ayer fui a pasar la tarde a un cine, estaba una mujer dorada, vestida de azul, que amé en ese preciso instante y quise dibujar. Estaba parada buscando o esperando a alguien no sé pero fracasé en todo intento. Conservo los borradores y los trazos por si algún día continúo ese momento. Creo que si la describo ahorita lo arruinaría. Tú tampoco sabes describir a las mujeres.

Sobre tu carta. Te respondo sobre dos coordenadas: mis noches heladas y aburridas de NYC y una canción de Caetano Veloso que canta en un inglés forzado como el mío ahora, asqueroso, insoportable pero  genial. Tengo que reconocer que en algunos momentos he sido un imbécil nihilista, jamás un farsante y creo que lo reconoces bien. Me cuesta ser original, no seguir patrones ni amoldarme a gustos ajenos, todo eso cuesta, demonios, cuesta y entonces uno hace su camino de piedras, pero llegaste a la mitad del camino y eres tú finalmente, no un kitch de fulano y zutano. Todo parece estar ya descifrado pero no, recién descubro que no, entonces me revelé a mí mismo como un verdadero negro y siento el sonido del mundo en mi estómago como dice la bendita canción de Caetano, porque en el estómago se acumulan los nervios y las tripas se entumecen cuando sentimos tan profundamente, entonces no es el corazón sino el estómago, nos han mentido. Al saber que algún día moriré, entonces me siento vivo, tam tam tam, y eso creo que no lo sienten tampoco los animales, debemos verlo por ese lado, el vaso medio vacío. Es en estos momentos en que quisiera expresarme con todas las lisuras del mundo, de todos los idiomas, quisiera conocer el idioma de mis órganos, de mis tripas, ni siquiera el más políglota erudito, podría conocer así de fácil el idioma de sus heces, quisiera saber cómo se comunican entre ellas mis tripas, mis tripas, mis tripas.

Quizá trazando las formas de NYC, halle las formas de mi cuerpo.

Te escribo muy pronto, a mi llegada de Hartford.

Shelley

martes, 27 de diciembre de 2011 Leave a comment

Un lobo en la puerta


Cuando llegamos de trabajar, tenemos sesiones de espiritismo. Hablamos con vecinos ocasionales que habían vivido en nuestra cuadra hace cincuenta años, o también hace días. Nadie sabía que podíamos hacer eso en las noches o en los días y era como un vicio. Nuestros vecinos creían que éramos una pareja infeliz, estéril y amargada; pero todo lo contrario, no teníamos hijos pero no estábamos solos, en las noches sabias ánimas poblaban el cuarto de la biblioteca. En anteriores sesiones había participado mi amigo Silvestre, pero pronto nos dijo que no podía dormir, que había desarrollado un poder calamitoso; tenía visiones en sus sueños. Siempre soñaba con una cabeza de Medusa o lo que él creía era una Medusa, una cabeza poblada de serpientes y de cuencas vacías. Silvestre dejó de venir, así que Lidia, mi mujer y yo seguimos con esto de preguntar a los muertos por el pasado y el presente. Casi nunca les preguntamos sobre el futuro porque varias veces se han equivocado. Depende también de quién se trate. Siempre está dispuesto a hablar con nosotros un vecino que ha sido policía y está preocupado por su hijo, por eso viene. El hijo está en España y por eso no puede verlo. La mujer se ha casado nuevamente con un comerciante, pero al marido muerto eso le tiene sin cuidado, hace tiempo dejó de amarla. Está obstinado en que el hijo no se haya vuelto un marica. Los muertos también se pueden preocupar de ese tipo de cosas. Lidia y yo tratamos de evitar a este hombre, aunque él esté siempre para nosotros. No sabemos de la suerte del hijo. Lidia una vez se cruzó con su mujer pero no pudo detenerse y preguntarle su situación. Eso le hemos dicho muchas veces al padre preocupado. Él siempre nos dice, su madre no lo sabe, él siempre le ha ocultado las cosas a su madre. 

No siempre los muertos tienen preocupaciones pueriles. Una vez tratamos de invocar a mi madre para saludarla por su cumpleaños. Estaba todavía angustiada y no podía descansar porque, me confesó, había abortado a un hermano mío y nunca nos lo había contado. Ahora ya lo sabes, me dijo mi madre, pero no por ello se sintió mejor. No sé si fue mujer u hombre ni le puse nombre, dijo. Sus sollozos se escucharon y no pude tocar su cabello. 

Ayer tuvimos una sesión larga porque Lidia y yo estamos aburridos. En las fiestas nadie nos visitaba y salir al parque y ver a los niños presumir sus regalos era el peor panorama. Lidia quería conversar con una amiga de infancia que había fallecido de leucemia. Como nos sucedió con otras personas, la muchacha debía tener la edad de Lidia pero conservaba su voz de niña. Era hermosa, me comentó Lidia, y muy extraña. Nunca vio su cadáver, no quiso. Ella sí nos puede anunciar algo sorprendente, dijo entusiasmada.
La joven no quiso conversar conmigo, así que tuve que mantenerme en silencio, casi hablaba en susurros, solo con Lidia. La sesión se interrumpió porque tocaron el timbre de la casa con vehemencia. Lidia perdió la concentración, estaba casi absorta, pálida. 
--¿Qué te ha dicho?, le dije.
--Que nos van a dejar un lobo en la puerta.
--¿Un lobo?
--Fíjate quién es.

Bajé apurado porque quizá ya arribaba lo sorprendente, no quería que me dejaran un lobo en la puerta, pero allí estaba deseándolo y no. Abrí la ventana, era un vendedor. Me ofrecía figuritas de barro, de nacimientos para navidad. Me animé a salir. Escogí, naturalmente, solo los cánidos, lobos, zorros, perros. 

Subí; con las dos manos sostenía los animales envueltos en un periódico.

--Eran figuras de barro, quizá signifiquen algo.
--Es probable que no, dijo ella.
--Algo tiene que pasar, Lidia, algo nos tiene que pasar.



lunes, 26 de diciembre de 2011 Leave a comment

Diálogo en una habitación. El solsticio.


Yo te digo, hasta el hartazgo, los que han olvidado quiénes son o nunca lo supieron. Y los que necesitan audiencia, tribu y aplausos. Tú me dices, no te debería joder tanto. Yo te digo, no me jode, solo me repugnan. Tú me dices, eso hacen los niños y no los adultos. Yo te digo, ¿qué? Tú me dices, emular a otro adulto, apropiarse del otro.Yo te digo, tienes razón. Tú me dices, cuesta ser adulto. Yo te digo, cuesta huevear menos. Tú me dices, es difícil dejar de andar en tribus adolescentes. 

(silencio)

Yo te digo, acabo de leer en el periódico que dentro de algunos años, el sol se va a expandir tanto que los tres planetas más cercanos, Venus, Mercurio y la Tierra quedarán hechos polvo. Tú me dices, con una mueca tan tuya, guau. Yo te digo, lo peor es que se supone que uno se esfuerza para que algo permanezca. Algo siquiera. Tú me dices, si el hombre se hace polvo y las plantas, Dios no existirá tampoco. Yo te digo, solo nos queda la nada, quizá vivimos por las puras. No sé por qué te preocupan tanto las plantas. Tú me dices, ¡las plantas! Sin plantas ni piedras ni abismos, ya no hay idea de Dios. Lo que hagamos queda solo hasta que el sol se expanda, entonces.Yo te digo sí, y el sol parece tan inofensivo detrás de los tules de esa ventana. Tú me dices, y el sol de las seis, no te olvides. Yo te digo, creo que Dios tiene que existir, es lo más conveniente para nosotros dos en este momento. Tú me dices, si no supieras despreciar de esa manera, podrías ser salvada. Yo te digo, pero yo te quiero y es suficiente para salvarme. Tú me dices, no alcanza, Jesús dijo ama a todos, a todos.

domingo, 25 de diciembre de 2011 Leave a comment

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