Él se conmueve con Leonardo. Es muy piadoso, admira a los artistas: son santos que se desollan ellos mismos cada vez que transcurre el sol, que sube y baja. Había imaginado, conmovido, a Leonardo que se sacaba la piel y la colocaba como un lienzo y pintaba un rostro, un tatuaje que parecía un acantilado o un desierto. O lo vio en algún momento, imposible distinguirlo. Algunas veces los recuerdos de otra persona se han posado sobre él. ¿Qué hacer? Quiere ser un santo también. Mantener su cuerpo inmaculado del polvo de otros humanos; sus pensamientos contenidos en las cuencas de sus ojos, no contaminados. Es posible que si se atravesara los ojos con clavos y ya no viera más pudiera ser más puro, un anacoreta de verdad. Lo ha pensado seriamente y lo ha intentado cuántas veces. Fracasó todas por el miedo. Pero está la sentencia que abrasa su vida, que quiere ver, además, lo que los otros han creído ver.
Una tarde de abril la piedad ha aparecido ante él de diversas formas. Como un cuerpo doliente de Cristo sobre su madre, esas primeras imágenes incompresibles para él de la niñez. Luego un cadáver de planta, seca ante la ausencia de agua y la crueldad del sol. Nadie entierra a las plantas pero él sí ha enterrado el cadáver de un ave cuántas veces.
Últimamente ha tenido piedad o amor insólito por Vincent. Ha leído que Víncent quiso morir como Cristo por toda la humanidad, por esos campesinos que dibujaba agachados y entregados a la desdicha de la pobreza, que araban la tierra como si fueran a cavar sus tumbas. Devuelve Vincent con sus trazos el favor de nacer. Así como Vincent quiere ser él y lo logrará algún día. Mi palabra es oráculo.
La ternura ha aparecido bajo la forma de una persona, de otro hombre, como un repentino hijo, una aparición insperada. Él nunca hubiese podido experimentar la maternidad porque la ve tan lejana. Pero a partir de ese momento se sabe madre, a pesar de su masculinidad y de cuerpo incapaz de reproducirse. Recordará ese momento cada vez que quiera se madre sin poder serlo.
Últimamente ha tenido piedad o amor insólito por Vincent. Ha leído que Víncent quiso morir como Cristo por toda la humanidad, por esos campesinos que dibujaba agachados y entregados a la desdicha de la pobreza, que araban la tierra como si fueran a cavar sus tumbas. Devuelve Vincent con sus trazos el favor de nacer. Así como Vincent quiere ser él y lo logrará algún día. Mi palabra es oráculo.
La ternura ha aparecido bajo la forma de una persona, de otro hombre, como un repentino hijo, una aparición insperada. Él nunca hubiese podido experimentar la maternidad porque la ve tan lejana. Pero a partir de ese momento se sabe madre, a pesar de su masculinidad y de cuerpo incapaz de reproducirse. Recordará ese momento cada vez que quiera se madre sin poder serlo.
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