Rainer Maria:
No me sorprendió tu carta luego de la secuencia de tres sueños peculiares. El martes veinticinco de abril soñé que un ave blanca aterrizaba en la sala de mi casa, venía del jardín interior. Era un ave imperfecta, el pico estaba mal situado en su cabeza; percibí una desproporción impropia de la naturaleza. Hubiese esperado que esta ave imperfecta me hable. Solo graznó más imperfecto que cualquier juguete de batería. Me despertó el chillido agudo.
El miércoles veintiséis soñé que estaba cruzando la acera y cuatro libélulas me acechaban. Desvié mi atención hacia un poste de luz que brindaba una sombra estrecha. Entonces vi a un ave blanca apostada en la copa de un árbol, pero esta vez no era cualquier ave sino una lechuza. Las plumas no eran brillantes, ni finamente separadas. La proporción del cuerpo era el correcto, pero la consistencia en bloque de las plumas demostraba un mal trazo en el diseño de su cuerpo. También se notaba que los ojos carecían de pupila: sin la dilatada visión, la lechuza se convierte en cualquier ordinario animal. Cogí el primer bus que pasó por esa avenida hacia mi casa.
El jueves veintisiete salí con una amiga y un amigo de infancia. Cenamos, conversamos, bebimos. Ella se quedó en mi casa y pasamos la noche juntos. No soñé nada solo en mis sueños se intercalaba lo que hice ese día y eventos de cómo la conocí a ella, quince años atrás en el jardín de infancia.
El viernes veintiocho me esforcé por soñar pero me dio insomnio. Vi televisión toda la noche.
El sábado veintinueve sí soñé. Soñé que iba a tu velorio. En el velorio me encontré con tu madre y me contó que te habías ahorcado y que dejaste una nota. Tu madre no quería enseñarme la nota porque decía, era incomprensible y le daba mucha tristeza que hayas entregado de esa forma a tu propia locura. Espero que no estés muerto y puedas leer esta carta. En el velorio estaba nuevamente el ave blanca, una lechuza ahora más perfecta, casi dibujada con obsesión y me sorprendí de que en tres o cuatro días las garras del animal, que antes me parecían de plástico, hubiesen mejorado tanto: ahora eran callosidad pura, pero transparentes. Podría notar el transcurso de sus arterias. Me pareció un trabajo maravilloso. La lechuza se encontraba apostada en una esquina muy arriba, en la iglesia donde velaban tu cuerpo. La vi cuando entré a la sala donde te velaban; aunque no logré, finalmente, ver tu cuerpo. No recuerdo qué sucedió allí. Cuando salí entorné mis ojos hacia arriba para encontrarme con sus ojos pero no la hallé. Me pregunté dónde estaría y desperté.
Si tu carta es del 29 de abril entonces no sabía si estabas efectivamente vivo. Pudiste morir después, quizá ayer. Tu madre no me habría llamado para tu velorio porque creo que no le agrado. Puedo enterarme por alguien de que efectivamente has fallecido pero decidí hacer primero lo que me encargaste.
Ayer toda la noche también comandé mi sueño y devine en un cuervo de color azul. El color negro es muy difícil de soñar. Contiene una pureza que solo es posible lograr con una práctica rigurosa de años; no es una combinación apresurada de todos los colores de la paleta, ese no es el negro. Me conformé con el azul pero lo soñé tornasol también. Así me era más fácil desplazarme por la ciudad pero también está el calor y la presencia extraña de un cuervo en la ciudad de Lima, donde lo único negro que traza el cielo son los pestilentes gallinazos. Así el 30 de abril te busqué pero no te encontré como otros días anteriores habías aparecido ante mí sin que te buscara. Imaginaba, mientras volaba, que cuando nos encontremos iba a haber (aún no sé por qué) una catastrófica disputa en los cielos, que colisionaríamos al vernos y que ráfagas o truenos se desprenderían de nuestro choque. Imaginé eso pero no te encontré.
Cuando desperté hoy día, agotado, subí a la azotea de mi casa. Tomé algunas planchas de madera que mi padre guardaba de la última vez que tuvimos gallinas y construí una madriguera de 1.5 cm. por 1.7 cm. Supongo que allí cabrías bien. Lo diseñé en la vigilia porque sabía que solo así podría ahorrar tiempo, esta aparecería ya en los sueños y no tendría que construirla toda la noche; como cuervo sería más complicado. Ciertamente sé que el resultado habría sido mejor, mil veces mejor pero está el tiempo.
Allí te espero, como me lo pediste. Espero que puedas decirme lo que tú quieres que sepa.
Gérard
Publicar un comentario