Pequeña taxonomía. La libélula


Solo fui dos veces a la misma fiesta en años diferentes. En los dos años, vi una libélula. No sé si se tratará de la misma libélula, pero estaba allí, casi en la misma hora y en el mismo lugar, pasando por el mismo peligro. Los mismos ánimos de hace algunos años querían deshacerse de ella, también la misma suerte acompañó a esta libélula.

La vi revoloteando con torpeza alrededor de un foco. La torpeza de las alas dispuestas en distintos lugares del cuerpo, que no corresponden al armonioso vuelo de una ave planeadora. Su vuelo y el choque producen un sonido poco agradable aunque simétrico, porque el aleteo es calculado pero el golpe contra un foco o una pared, producen en nosotros un dolor extraño, que se enquista en los nervios, como el chirrido de metal o el rechinar de los dientes.

Entonces allí está la libélula. Tiene más de mil ojos. ¡Monstruo de una sola cabeza! Tendrá mil visiones del mismo evento. Podrá haber visto, en simultáneo, el azul de la noche, porque apareció en el jardín descubierto. A la vez podría calcular los movimientos de los invitados, la madre preocupada porque todos estén bien, el padre ocupado en desmentir una acusación a su hermano; el hijo mayor tratando de mantener la compostura ante la indignación de verse rechazado por una amiga de infancia; la hermana menor, divagar con algunos amigos porque quiere tener respuestas espontáneas; un tío enfrascado en un baile extraño, otra tía arrellanada con un vaso de licor y algunos admiradores alrededor. Otros sujetos que tratan de matar el tiempo, miran, tocan, se ríen, conversan. Celebración. Y así la fauna del jardín, que la libélula no entiende porque la imagen no explica ni vale más que la palabra como dicen los ilusos sino la imagen desnuda es un arma de dos filos, es todo el universo concentrado (tal vez lo es) pero recipiente que necesita contenido. Leonardo imaginó una máquina voladora, ligera, de guerra, pensando en tu poderoso cuerpo, libélula.

Allí la libélula no sabe, es. Abierto está su camino, nació en esa abertura del mundo, de nuestro mundo que fue el huevo que la albergó, digamos, pensemos, ¿hace dos años? ¿Cientos de años? Eso me pregunto mientras la avisto de lejos. Si me vio solo habrá visto a un cuerpo rodeado de algunos cuerpos trabados en conversaciones sin sentido, en un lenguaje pedestre que es el lenguaje de las celebraciones, que mañana de igual forma que resulta para la libélula, no será nada para mí, cuando me reencuentre con el camino lejano, la abertura clausurada y el vientre lejano.

jueves, 8 de marzo de 2012

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