Carta de Rainer Maria a Gerardo


Gerardo:

Ayer tuve un sueño verdaderamente asqueroso. Soñé que estaba enamorado de alguien. Iba por la acera tomado de la mano con esa persona. No te podría asegurar si era un hombre o una mujer, pero era una criatura agradable, que me complacía. Tomar de la mano a alguien fue asqueroso. Aunque sentí minutos de tranquilidad. En algún momento mi sueño se degenera en una absurda revelación de que esa persona era un antiguo rostro de un conocido que nunca aprecié. Esto me trastornó; mi alma traidora conserva figuras que mi cerebro por salud desecha. No desenmascaré a la persona impostora en ese instante. Seguí con la farsa y las buenas maneras del sueño. 

El rayar de un búho en el cielo hizo que recordara que en la vigilia me habían hablado de un rostro que un  paciente psiquiátrico había dibujado en una de sus terapias: se trataba de un hombre que siempre aparecía en sus sueños. El psiquiatra se sorprende al ver al mismo hombre con el que sueña siempre. No se asusta, sucede alguna sorpresa en su vida y se alegra. Luego la historia se difunde y toda la gente empieza a soñar con ese rostro, que no es agradable, he visto esos dibujos. Dicen que en Pakistán y en Japón han soñado con ese hombre. Hay testimonios de cualquier matiz: unos dicen haber visto a sus padres en la cara de ese extraño, otros incluso sostienen haber hecho el amor con él. 

El rayar del búho en el cielo me recuerda que yo he visto ese rostro en la vigilia y con un poco más de sentido, por sugestión, tendría que verlo en mis sueños también. No lo veo sino a otra persona. Nunca he soñado con desconocidos Gerardo, o no sé si hay forma de recordarlo. No entiendo cómo puede haber gente que puede soñar con ese sujeto del dibujo incluso en diversas poses amatorias. 

Por eso me estoy perfeccionando en comandar mis sueños. El primer paso es no comer mucho en las noches. Mi madre repetidas veces me dice eso. Lo segundo es cantar o rezar (es lo mismo) antes de dormir. Es un pacto. Yo he apostado por un aria triste. También podría ser una canción sobre árboles de plástico o una estrella negra, de los mismos compositores.  Luego está penetrar en el sueño como cuando uno se zambulle en el mar, de a pocos pero con el sentimiento de muerte en el vientre. 

Cuando vea rayar al búho en el cielo, como esta mañana, estaré listo para acompañarlo, pero primero en cada sueño tengo que diseñar una a una mis plumas, mis ojos glaucos; esto tomará tiempo. Seré ojizarco, Gerardo, quizá vuele y penetre en tus sueños. Sueña con un caseta blanca en el techo de una casa de cuatro pisos. Allí llegaré. Espero que la diseñes correctamente, mis alas extendidas miden cerca de metro y medio.

Allí nos vemos.

R.M.

domingo, 29 de abril de 2012 Leave a comment

Pequeña taxonomía. Miles de libélulas.


1. Anatomía

Un atlas confiable dice que la libélula es la mayor parte de su vida, una ninfa. Una persona poco cauta podría decir que viven horas o días, como una mosca o una pulga. La realidad dice que viven la mitad de la vida de un perro. Su corazón trajina siete años. Su vida de ninfa es feliz porque el agua es maternal; ha disuelto con suavidad su cascarón. En algún momento, el tiempo le susurra órdenes al oído: le dice que se sujete de una pequeña rama que se esfuerza en alcanzar el sol. ¿Acaso el sol no está abajo, mucho más abajo, en las profundidades del agua? Un animal terrestre, avezado, que ha trazado madrigueras en el vientre de la tierra le dirá, más adelante, que hay un sol en las profundidades y otro arriba, en el otro espejo, el cielo. Pero ya no está en el mar el sol de las profundidades, aún está más allá; solo ha llegado la imaginación de los hombres.

Luego la rama le enseña a respirar el aire. Sus branquias posteriores hicieron lo suyo para mantenerla ninfa en el agua, ahora, agotadas, las desecha. Se cambia de ropaje y la divina época de ninfa culmina con su apertura al viento. Ahora puede volar. Planea por el campo con elegancia heredada. No se percata de los ojos que contemplan.  

2. Resurrección

Me acompañaba una sonatina de libélulas; sus alas rayaron zumbidos alrededor de mi cabeza. Mariposas transparentes querían resucitarme; mi cuerpo ese día era un acopio de tristeza: responsabilidades, el tiempo, gente extraña, claxons. Todo eso. Ellas presintieron la desazón por el olfato. Crucé las líneas para pedestres de la autopista y ellas fueron tras de mí, transparente y sincronizada aureola en mi cabeza. Sabía que no merecía tal homenaje. 

No consulté por qué aparecen en esta época. Se me ocurre que la cercanía de la neblina es responsable. El sol nunca derretiría sus alas. Un poeta dijo April is the cruellest month. Quisiera decir no lo es, ciertamente, el más cruel: la aproximación de la neblina, la noche en el día es mi felicidad y de las libélulas. Pero está aquí el cansancio que se disputa--finalmente vencida se aleja--con el aleteo concentrado de las libélulas. Las libélulas que atravesaron la autopista conmigo ya están lejos pero su olor a viento ha sabido cultivar mi memoria.

Buena compañía es la libélula. Sobre todo en las noches. Una de ellas descansa eterna cerca de mí. Si supiera palabras de Cristo, las resucitaría, como me resucitaron aquel día que las vi. Aladas palabras profirieron las libélulas. 

3. Cierto joven

Ha visto un joven que fue una libélula. Sabe respirar en el agua pero lo ha olvidado. Si le dijeran que fue ninfa en una época anterior seguro se burlaría, es demasiado desconfiado. El talle delgado y el caminar desigual lo delatan. Su soltura en el umbral del invierno también. Al comienzo dudó si efectivamente se trataba de una libélula, lo confundió con un lepidóptero. No distingue este joven que fue alguna vez libélula el color de las estrellas; tal vez no se acostumbra a la vida en la superficie de la tierra. Un día se pregunta qué pasaría si tomara la mano del joven, si aplastara alguna vena; quizá se convierta en luciérnaga, se aventura a responder.  

sábado, 21 de abril de 2012 Leave a comment

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