La gente que joven se muere (la plaga)


Hay una plaga, piensa, de gente que joven se muere. Una plaga silenciosa, que quizá está siendo ocultada. Existen muertes colectivas a las que les presta atención porque son caídas profanas. Cuerpos que no se funden con la naturaleza sino que se disuelven en el lente de los periodistas. Muertes que ocurren en países que nunca visitará. Las centenas o miles de muertes se disipan en los encabezados de las noticias. Ha volteado y no se ha detenido frente a un collage de fotos de un cadáver.

Pero llegó la primera, segunda y tercera señal de la plaga.

Era un chico alto, de cabello y barba oscura. Un tipo de paso descansado que solo conocía de oídas. Entonces supo de su agonía primero y luego de su muerte. Se escribieron una serie de obituarios que nunca mencionó la causa. Tampoco nadie fue juzgado. Su muerte sorpresiva fue interpretada como una partida natural. A los veintiocho años. Lo lloró el obituario y se acabó el duelo.

Era un chico bajo y ondulado. No lo conocía de oídas. Solo sabía de él una imagen detenida o un avatar. No tuvo agonía. Se enteró por testimonios de amigos sobre su muerte porque se escribió solo un obituario. Era un joven menos trajinado que el anterior. Como en el caso anterior, nadie fue juzgado. Alguna vez, contaron sus conocidos, dijo que quería morir a los veintisiete. Murió a los veinticuatro años.

Era una chica de otro país, baja, gruesa y de cabello corto. Era un personaje público. Hacía música. Sus seguidores anunciaron su muerte y se escribieron decenas de obituarios. Su partida había disuelto el grupo y las esperanzas de sus seguidores de escucharla en vivo también. Nadie fue juzgado por su muerte. En su agonía muchos rezaron incluso sin creer. 

Porque nadie ha sido juzgado, porque la plaga ha sido procesada como una neblina que se apropia de las víctimas, nadie habla de estas muertes porque se creen naturales.

Las personas menores de treinta años están armadas, protegiéndose de las circunstancias.

domingo, 11 de octubre de 2015

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