Pequeña taxonomía. Una ninfa


La ninfa Calipso ha dejado ir a Odiseo por disposición divina. Su rutina ha variado notablemente. Antes solía despertar y encontrarlo a su lado, en el lecho caliente por el cuerpo de Odiseo, bravo hombre, astuto hombre, divino hombre. En alguna conversación con otras ninfas, antes de que aprehendiese a Odiseo con las garras del engaño, ella solía quejarse de la frialdad de su morada, que gravitaba en medio de las infernales, heladas aguas del Océano. Luego de su llegada, su lecho siempre se mantuvo caliente como si una llama ardiera debajo de la tierra y se colara en los vellones que los abrigaba. Se despertaba y veía que Odiseo yacía dormido y era el mejor momento del día, en que este no pensaba, astuto hombre, y no se sentía lejano de él: sus sueños eran designios divinos a los que ninguno de los dos podía acceder, se encontraban en semejante condición. Y ese era el mejor momento del día, la ninfa se mantenía queda observando el devenir del éter en el cuerpo de su amado, aunque a veces podría presenciar lágrimas que insistían, así como en la vigilia, en regresar a casa. Eso poco le importaba. Luego de observarlo hasta que se despertase, ordenaba que les sirvieran los mejores manjares. Odiseo comía poco, hablaba poco, pensaba demasiado.
Luego solía el héroe sentarse en una roca que se disponía hacia el mar y llorar como un desesperado por regresar a su casa con su mujer y su hijo. La ninfa mil veces le ha anunciado que su mujer dentro de poco se le caerá la piel debajo de sus brazos, sus senos serán dos bolsas vacías de penas, el cuello se volverá escamoso y como constelaciones las arrugas surcarán su rostro, su dentadura se caerá y su cabello se teñirá del blanco de la desdicha del arribo de la Parca. Mientras que Odiseo a su lado puede mantenerse joven y ágil, y ella la más lozana de las ninfas, que vivirá incluso cuando los poetas y los hombres no la puedan ver y griten errados: "the nymphs are departed".
Y Calipso escupe al mar porque los dioses se empeñan en que las diosas no se mezclen con los mortales, mientras ellos sí pueden adoptar mil formas para retozar con las mujeres mejores que ellos, los dioses, carne putrefacta que se renueva en los vientres de las mujeres, entre las piernas de las mujeres.

Luego de la partida de Odiseo, del desamor, el dolor puede cobrar mil formas en el organismo: sobre todo en las tardes tiene sueño y duerme más de lo debido, no le provoca comer en las mañanas ni en la noche, no soporta que las siervas le hablen del tiempo o de los quehaceres, una gran calentura atraviesa su frente e inyecta sus ojos de tristeza y desesperanza, ¡el cuerpo no me sirve! le grita al mar, para qué tener un cuerpo lozano e infinito si no lo puede compartir con Odiseo, el de mente más ágil y  cuyo cuerpo es semejante al de un dios. Ha pensado seriamente en lanzarse a los peñascos y destrozar su cuerpo y que la carcoma el dolor físico infinito o que vengan las aves que torturan a Prometeo para que hagan lo mismo con ella, que le atraviese un rayo de Zeus. Ha pensado en difamar al Olímpico para recibir un castigo efectivo, verdadero, lacerante que manifieste el fuego de sus vísceras. Una tarde remojó su cuerpo en la tempestad del mar, que se hinchó y descompuso por la sal. El dolor solo duró lo que dura un temporal, la partida de Odiseo es eterna.

Pero los días se van agotando y el dolor menguando salvo cuando recuerda el firme talle de Odiseo en su piel. El orgullo puede tomar el lugar del dolor, o el desprecio. Un día de esos decide trazar un plan para traerlo de vuelta, un rapto y la muerte de su mujer, lo descarta por absurdo no podría con la ira del destino; otro día ha tomado demasiado vino y su estómago ha expulsado todo alimento: ha vomitado en el mar a escondidas de las criadas, aunque no de otros dioses, no le importa, que vean las trituradas formas, babosas formas de la tierra expulsadas de su cuerpo, porque ¿qué inspira las actuales arcadas sino Odiseo el más astuto, semejante a los dioses y la mierda de los hombres?

lunes, 19 de noviembre de 2012

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