La literatura me ha enseñado todas las verdades en las que aún creo (eso pienso). Descreo de las verdades que me enseña la experiencia, porque mi razón es mediocre, es razón solamente.
La otra vez pensé: "Las formas tan complejas de los animales se deben a un proceso caprichoso del que los seres humanos rehuyen. Las orugas siempre me llevan a pensar en lo complicado que es convertirse, que es llegar a ser. La naturaleza es espera, no es inmediatez. Y todos los modernos queremos inmediatos. El ser humano utiliza la tecnología ahora para simplificar o reducir los procesos, la naturaleza funciona al revés: siempre da vueltas, hay que hibernar, esperar, se come el tiempo para madurar, la naturaleza enseña a madurar a transformarse y no queremos convertirnos sino transformarnos sin esfuerzo. La diferencia entre la naturaleza y la tecnología es que esta es esencialmente moderna, conserva un culto por la inmediatez, es agotable, no sabe esperar miles de años. La naturaleza es primordial, esencialmente fuera del tiempo". Eso pensé cuando vi un ave diminuta de color amarillo que estaba despiojándose en una ponciana. Eran las ocho de la mañana y yo había dado cuatro vueltas a un enorme parque para llegar a tiempo a la cita, no antes. En la mañana todo es tan diferente, tan real, incluso las aves son de otro color, son doradas todas aunque sepa que son esencialmente sucias. Lo irreal es la acera, el tráfico. Lo real es la cumbre de una montaña, la nieve, la tierra desnuda, después todo es irreal. Un campesino con atavíos coloridos que sujeta un caballo en el pie de un sagrado nevado, que mira el firmamento y tiene manos callosas, eso es real. Son irreales los sufrimientos citadinos, el estrés, los vórtices de la ciudad son irreales. En el bullicio qué se puede pensar sino en que uno tiene que hacer para no morir. Creo firmemente que he sido alguna hormiga muerta en el agua empozada de algún lavadero o una pequeña ave detenida en algún cable de luz que mira el amanecer. ¿Qué hacen esos seres reales en esta falacia? He sido eso y he vivido tres horas o dos semanas, ¿qué seré luego?
La literatura me ha mostrado lo peor de todos los recovecos humanos (eso siento). De inmediato lo desmiento: no tengo que reprocharle nada a la literatura, me has salvado la vida. Soy salvado.
La pintura me ha mostrado que esta ala no es un ala. De todas las formas Durero anticipó a Magritte. No es lo mismo un ala que una pipa. No es lo mismo mi cuerpo de hoy al de mañana.
En un año he envejecido veinte años, esa es otra verdad. Otra verdad es la fe en que la desgracia y la melancolía es el precio que hay que pagar para ser, no es sangre sino alma. Un escritor sudafricano deja de escribir poesía a los veinticinco años, end of the youth, beginning of the summer. O Rilke: Denn das Schone ist nichts/ als des Schrecklichen Anfang. ¿Será esto el comienzo de lo terrible? La disputa con lo bello, es una batalla necesaria de librar. Tomaré un caballo fantasmagórico, me dispondré a cabalgar y las pisadas tatuarán la tierra.
Es la prosa la brocha gorda, la única posibilidad de estrechas sensibilidades. Así es.
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