Bowie



Han hallado al enfermo sin vendas. Expuestas a la intemperie y el oxígeno, las manchas de sangre se habían tornado costra: sin disciplina se asomaban por las pequeñas aberturas de la piel. Había pasado toda la noche allí, recostado en el sofá del recibidor de una oficina que él sabía, siempre dejaban abierta. 
Los hombres lo tomaron del brazo con delicadeza. Era hora de ir a casa, le dijeron. Él no se opuso, como todos los días no se oponía a que lo llevaran a cuestas. Sabía que dolía menos si se dejaba ir. Solo sintió un punzón en el hígado al doblar hacia la recta de su casa, y el dolor lo quebró en dos. Los hombres lo hicieron enderezarse. Subió el ascensor sin ayuda. Los hombres lo soltaron el trayecto hacia el baño, donde se despojó de una bata y pantalones, y se sumergió en la bañera donde el agua se teñía con su suciedad, las costras, las distintas tonalidades de su sangre.

Sabía que, a diferencia de otros, le estaba permitido morir en su casa.

Blackstar


Su forma era la de una estrella negra. Lo había asegurado el niño después de mirar por la ventana. Los adultos de la casa lo trataron de convencer de que había visto un cuerpo celeste --y reconocible-- caer. Buscaban crearle un falso recuerdo. Pero él insistió en su visión. Les dijo: "Era un sol negro. Un círculo de fuego detrás de una sombra negra, redonda".

Para hacer creíble el designio, dibujó su visión. Su descripción correspondía al recuerdo heredado de la extinción anterior. Porque su dibujo era un instrumento, lo agotaron con una flama pequeña. Los adultos sabían que la visión del fuego en la suspendida noche  significaba la hora de partida. Cuando llegaron a su habitación no lloraron; se tomaron de las manos primero y luego se pusieron a alistar sus cosas. 

Tis a Pity She Was a Whore


Ella lo golpeó como un hombre. Sus nudillos rasgaron las membranas internas del labio superior y lo hizo sangrar. A él la sangre le supo a la infancia, y la absorbió de nuevo, con una sonrisa involuntaria. En esos segundos, mientras ella alzaba el rostro y acomodaba su perfil, en ese gesto violento le pareció distinguir alguna indecisión, pero se equivocó. Recibió otro golpe en el pómulo izquierdo. Un golpe seco, inmediato. Se tomó la cara y se resignó a echarse en el suelo, reptando. No pudo esquivar tampoco la siguiente punzada en el costado derecho, y que le calentó el pecho. 

Ella lo siguió golpeando como un hombre. 

Lazarus


Dicen con pruebas que en las escrituras Lázaro no recordaba haber regresado de algún lugar. Un testigo sincero, decían. 
Nos han contado que una noche Lázaro ha llamado en rezos al hombre que vio en el cielo cuando muerto se sumergió en la oscuridad. Le han prevenido de decir esta historia, pero alguna vez la ha susurrado.
 Susurró ver un laberinto gigantesco, con elevaciones rectangulares y pequeños lagos inscrustados en sus paredes. Sabe que no fue un sueño sino un recuerdo. Lo sabe porque al despertarse, después de resurrecto, conservaba una cicatriz que le hizo alguno de esos lagos secos y rotos cuando intentó cogerse de ellos. El recuerdo es brumoso como un sueño. Podría enumerar apenas una secuencia de eventos. Una gran caja móvil que lo llevaba hacia el cielo. Una habitación grande donde lo obligaron a bañarse sin necesitarlo. Un lecho blanco y alto, cruzado de líneas transparentes. Él echado hasta quedarse dormido, con las líneas transparentes que se incrustaban en su brazo. Duerme finalmente y cuando despierta está en su sepulcro de piedra, con los suyos de nuevo. Señor, señor, ha gritado: Me has traido de vuelta.

martes, 16 de febrero de 2016 Leave a comment

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